El miedo a lo invisible se hace hoy evidente en los comportamientos de muchos en la calle, en el mundo. Es irónico que un virus microscópico que muere con jabón y alcohol este cambiando nuestras vidas por su facilidad para entrar en nuestro fluidos y destruir nuestra capacidad de tomar oxígeno, oxígeno de un aire que cada vez carece más de él gracias a nosotros, como si nos asomara al preámbulo de lo que puede traer muy pronto, nuestra actitud depredadora e inconsciente, asustándonos, obligándonos a reconocer el poder de lo elemental.
Ante el miedo, buscar culpables es una de nuestras primeras reacciones y entonces nuestro índice dispara a cualquiera, según lo que sentimos nos afecta de este cambio de situación incómodo.
Todos, queriendo entregar la responsabilidad a personas a las que antes dimos el poder, a industrias y naciones, que nosotros mismos enriquecimos, cuando nos permitimos creer que la panacea de vida que ofrecían ellos o sus productos nos harían felices, cuando nos quisimos auto complacer y nos abandonábamos al derroche, sin cuidar lo esencial porque lo dábamos por sentado.
Y ahora que la jaula de cristal se rompe muchos quieren aferrarse y reconstruirla, otros la dejan ir y piensan en construir un nuevo espacio menos mezquino, pero todos con la incertidumbre de hasta cuándo, sin reconocer que cada uno tomó sus decisiones libres o presionadas por los propios imaginarios idealistas, y cuando se decide, aunque quieras huir, se responde por las consecuencias, se carga con ellas.
Así que hoy cargaré lo que me corresponda, aceptaré lo que me toca y rectificaré, eso, antes que señalar a otros como estrategia para no repudiarme, como estrategia para esperar que otros hagan por mí o me digan que hacer, porque decidir por mí mismo implica asumir nuevas consecuencias.
Asumiré mi responsabilidad y cargaré con ella amorosamente y cambiaré lo que haya que cambiar, pensando en un nosotros en el mundo, aunque yo sea una sola gota en el mar.
¿Te unes? #Gotaenelmar